miércoles, 6 de junio de 2012

Mirando al futuro.

 Largas y cansadoras horas transcurrieron pesadamente durante tres días. El vuelo 316 con sus 68 pasajeros continuaba detenido en la pista del Aeropuerto Internacional Kennedy, en Nueva York. ¿Por qué? Las autoridades americanas querían saber si una pasajera que estaba a bordo de aquel avión estaba abandonando el país voluntariamente o contra su propia voluntad.
Su marido había huido a los Estados Unidos, y quería que ella se reuniese con él. ¿La habían forzado a entrar en el avión? Ese era el temor del marido. Pero ahora, ante las autoridades de ambas naciones, ella estaba declarando:
—Amo a mi marido, pero él decidió quedar aquí y yo decidí salir.
¿Había hecho esa declaración libremente, sin ninguna coacción? El abogado de su marido dijo:
—No lo puedo decir con seguridad; no tengo manera de garantizarlo. Pero creo que ella es una actriz.
Actriz o no, había tomado su decisión. De esa manera, después de 72 horas en la pista, el vuelo 316 surcó los cielos de la noche.
La nave del tiempo está siendo retenida en la pista, esperando que algunos pasajeros tomen su decisión. El libro de Apocalipsis menciona esa realidad.
“Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol”. (Apocalipsis 7:1)
Esa cita habla de ángeles que detienen los vientos de la guerra y la destrucción. Angeles que retienen el vuelo del tiempo, restringiendo los vientos de la violencia y del terror, prohibiendo por algún tiempo que la historia llegue a su fin. Porque Dios no quiere terminar con todo hasta que todas las personas hayan decidido qué quieren hacer con su futuro. Esa es la razón por la que todavía no ha llegado el juicio final.
La historia ha sido alterada por la intervención divina. Si no fuera porque la mano de Dios está controlando los vientos del terror internacional, el Armagedón ya habría llegado hace mucho tiempo. Es evidente que Dios continúa en el control.
Dios está haciendo con la historia lo mismo que hace con las ondas del mar: “Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas”. (Job. 38:11)
Un día, dentro de muy poco, soltará los vientos, y tendremos que abandonar el planeta. ¿Por qué los ángeles están reteniendo los vientos? “Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios”. (Apocalipsis 7:2, 3)
Los ángeles están reteniendo los vientos hasta que el pueblo de Dios esté marcado en la frente. No se trata de una marca visible. Millares de hombres, mujeres y niños amarán tanto a Jesús que dirán: “Señor, quiero ser marcado como uno de tus hijos para siempre”. Pero infelizmente también habrán millares que dirán: “Gracias, Señor, sé que moriste para salvarme, pero no estoy seguro de querer la salvación. Prefiero seguir mi propio camino”.
El corazón del Hijo de Dios se duele cuando los hombres y las mujeres rechazan el don de la vida que a él le costó tanto. No quiere que ninguno se pierda. “El señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros; no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. (2 San Pedro 3:9)
Dentro de poco, todo hombre, mujer y niño tendrá que decidirse. Habrá solo dos grupos en aquel día: los que acepten el sacrificio de Jesús y los que lo rechacen. Vendrá el día en que todos habrán tomado su decisión definitiva. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”. (Apocalipsis 22:11)
Después de ese momento nadie podrá cambiar de bando. Y no será porque él quiera dejar a alguien fuera. En realidad, el decreto reflejará el hecho de que los hombres y las mujeres habrán hecho su elección final. Dios respetará esa elección.
“En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”. (Daniel 12:1)
Los vientos soplarán y tendremos una época de problemas como este mundo jamás conoció. Las siete plagas caerán sobre los enemigos de Dios. Las predicciones del Apocalipsis alcanzarán su cumplimiento final, de acuerdo con el profeta Daniel, el pueblo de Dios será libertado. Después de eso, Jesús regresará.
¿Estás pronto? Muchos están tomando a la ligera estos últimos instantes, y ese mensaje no es sólo de ánimo, verdad e inspiración, sin también una seria advertencia. Mientras estás leyendo esas palabras, los ángeles todavía están evitando que los vientos soplen, aunque de buenas a primeras parezca lo contrario.
Mañana, cuando los vientos sean liberados, el estruendo de los vientos podrá ensordecernos con su furia. Cuando se aproxime el final del tiempo y nos acerquemos nuestro encuentro con la eternidad, se cumplirán finalmente y con admirable rapidez las profecías de Daniel y Apocalipsis que todavía están por cumplirse. El tiempo es la historia en movimiento. Lento como un tren de carga.
Dentro de poco, pasará por el presente y el futuro será cosa del pasado. ¿Te imaginas cómo será mirar atrás y poder ver cómo fue el fin del mundo? ¿O ver cómo se cumplieron las profecías con extraordinaria precisión? Hoy podemos tomar estos últimos momentos a la ligera, pero pronto llegará el fin. Piensa en el día cuando Dios liberó a su pueblo de la tiranía del antiguo Egipto. Si hubieras visitado Egipto tres meses antes de ese acontecimiento, no habrías advertido ninguna señal visible de que Dios estuviera a punto de libertar al pueblo de la escalvitud. Pero en el corto lapso de cuatro meses Dios envió diez terribles plagas sobre la tierra y liberó a su pueblo, tal como lo había prometido. Eso volverá a suceder muy pronto.
Las últimas páginas de la historia van a pasar más rápido de lo que nuestros ojos puedan enfocar. En ese tiempo, el enemigo hará todo lo posible para desviar nuestra atención de lo único que importa: prepararnos para ir al encuentro del Señor.
Jesús compara a nuestra generación con quienes vivían en los días de Noé: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. (San Mateo 24:37-39)
Aquella generación fue advertida durante 120 años. Sin duda, hubo algunos que al escuchar aquella predicción alarmante se convencieron de que Noé tenía la verdad. Pero, con el pasar del tiempo, algo de esa convicción se fue perdiendo con la rutina del día a día. ¿Sería posible que hubiera un diluvio global? Eran demasiado autosuficientes como para creer en eso. El sentido de la realidad fue embotándose hasta que les pareció una ficción. La caída de las primeras gotas de la lluvia los tomó por sorpresa. No hubieran necesitado pasar por esa experiencia si hubiesen creído. Pero en ese momento, ya era demasiado tarde.
Una agradable noche de verano, la tripulación de un avión conversaba tranquilamente cuando divisaron desde el aire un parque de diversiones, y el hecho les llamó la atención. Algo andaba mal. ¿No estaban volando demasiado bajo? La señal de alarma de baja altitud podría parecer un dato intrascendente, pero esa señal era la última advertencia antes del punto en el que no hay retorno. Seis segundos antes de la caída el comandante dijo:
—Todo lo que tenemos que hacer es encontrar el aeropuerto.
—Sí, dijo el copiloto.
Los dos gritaron al unísono en el instante mismo de la caída. Diez meses después, gracias a una cuidadosa investigación, el informe del Departamento Nacional de Seguridad en Transportes entregó este reporte: “La caída del avión en la que murieron 72 personas se debió a la conversación despreocupada del piloto”. Distraído por cosas banales, el piloto había perdido la sensación de peligro. No dejes que eso suceda contigo.
Puede parecerte que Jesús no regresará tan pronto como pensamos, pero lo hará. Ya vino una vez, ¿no es verdad? Prometió regresar, y lo hará. Pero hay un riesgo: la ficción y la fantasía están invadiendo nuestros hogares y nuestras mentes. Existe el peligro de que nuestro sentido de la realidad esté tan afectado, que al considerar la venida de Jesús la interprete tan sólo como una ficción.
Mientras estamos soñando, construyendo nuestros castillos y viviendo de fantasías, lo real puede estar confundiéndose y perdiéndose en lo irreal. El Salvador puede irrumpir en los cielos y encontrarnos distraídos con nuestras pretensiones, dedicados a nuestras banalidades, enganchados con la película de la noche anterior, sin estar preparados para el verdadero encuentro con Jesús.
Dos alumnas de primer grado estaban en un rincón de la sala con lápiz y papel. Por la expresión de sus rostros, resultaba claro que estaban haciendo algo muy importante. Estaban haciendo una lista: 4 Biblias, 1 jabón, 1 himnario, 10 dólares, 1 rollo de papel higiénico, 1 repelente para insectos, 1 libro devocional, 1 equipo de primeros auxilios, 1 libro de primeros auxilios, 1 sierra, 1 libro de supervivencia en la selva, 1 calendario, 1 mapa, 1 desodorante, 1 radio, 2 frazadas y 1 paraguas. Pondrían todas esas cosas en una bolsa verde.
¿Estarían planeando un campamento? No. No era algo tan trivial. Las chicas habían leído la predicción de Daniel que habla de un tiempo de tribulación como jamás hubo antes, y la lectura había causado una profunda impresión en sus mentes.
Habían conversado sobre ese tema con sus padres y también habían escuchado la predicación del pastor al respecto. Las niñas estaban planeando una huida y querían llevar con ellas, en aquella bolsa verde, las cosas que creían necesarias para sobrellevar la situación.
Puede parecer ridículo, pero las dos niñas tenían en aquel momento algo que es más necesario que todos los elementos de su lista. Tenían una fe genuina y sincera. Creían realmente que Jesús vendría en breve. Estar preparadas para ese día era su prioridad. Podían estar malorientadas sobre cómo prepararse, pero se lo tomaban en serio.
Doce años más tarde, cuando cumplieron los 22, una de ellas estaba preparándose para entrar en la facultad de medicina. Aquella lista y la bolsa verde no eran más que un lejano recuerdo. En medio de tanta ocupación y preocupación, poco pensaba en la realidad del pronto regreso de Cristo.
A veces, recordaba mentalmente las palabras de aquella niña inocente del primer grado cuando decía: “Jesús vendrá pronto”. Pero en seguida escuchaba su propia voz diciendo: “Calma, si has estado esperando ya durante 22 años sin resultados a la vista, ¿qué te hace pensar que va a venir justo ahora?” Y entonces, la dominaba una sensación de temor. “Tengo miedo de olvidar lo que creía la niñita que alguna vez fui”. Nada podría ser más peligroso, pues la fe confiada de los niños es un don precioso.
Cuando nos ocupamos de las cosas materiales y el ritmo de la vida nos atrapa, podemos desviarnos fácilmente de lo que es importante, de las verdaderas prioridades. No dejes que la realidad adormezca tu mente. No dejes que eso suceda. Mira hacia el futuro. Dios te va a guiar y va a cuidar de ti.

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