Si analizamos cualquier iglesia latina, seguramente tendrá diferencias que chocan. Mayormente, habrá dos culturas diferentes en conflicto. Por una parte, tendremos a los latinos que nacieron en los Estados Unidos cuya crianza reflejará los valores y formas americanas aunque an también latinas. Por otro lado, tendremos a los latinos que nacieron y fueron criados en países latinos, cuya identidad estará definida por sus lugares de nacimiento.
Resulta que a causa de antecedentes diferentes, jóvenes latinos se encuentran con muchos dilemas aun no resueltos. Por ejemplo, ¿debemos adorar al Señor en inglés, y como tal perder nuestra identidad? ¿o en español y perder a nuestra juventud y la generación más joven? ¿En que idioma debe predicar el pastor? ¿Es correcto ir al cine, o no? ¿Es de cristianos el usar maquillaje? ¿Estamos imitando al mundo cuando usamos aretes y el vestido de mujer que no mida al menos dos dedos bajo la rodilla? Yo sé que estos puntos parecen un poco insignificantes pero conozco a muchos hogares divididos por éstas mismas diferencias.
En nuestra básqueda de la harmonía en nuestras iglesias, sería un beneficio el observar una ocurrencia semejante en el pasado, registrada en Hechos 6:1-7. Después de todo, alguien ha dicho que "la historia siempre se repite," y este capÌtulo nos ofrece una situación en la iglesia del primer siglo que es semejante a la nuestra.
¿Cuál era el problema de la iglesia original? El conflicto existía entre los judíos hebreos, o sea, (nativos judíos cristianos que hablaban arameo, una lengua semita) y los judíos griegos (judíos cristianos que hablaban griego, que fueron esparcidos por otras tierras pero se convirtieron en pentecostés). Los judíos que hablaban griego se quejaban que sus viudas no eran atendidas correctamente. Pudo ser que este favoritismo seguramente no ocurrió a propósito, pero lo más probable, fue causado por la barrera del idioma. Si ellos no podÌan comunicarse apropiadamente, sus necesidades hubiesen continuado ignoradas. Esto es un punto importante no solamente para aquellos tiempos, sino que también es pertinente a la iglesia de hoy. Si fallamos en ministrar en la "lengua del alma" de una persona, no vamos a alimentarla apropiadamente.
En Hechos 6:1 se puede leer sobre an otro problema que la iglesia del primer siglo comparte con iglesias latinas. Surgió porque el nmero de discípulos crecía. Por más personas que se añadían, mas fricción ocurría. El crecimiento es una espada de doble filo. Si algo crece, puede ser que demuestra unidad. Pero el crecimiento mismo puede traer intereses diferentes dando lugar a la desunión. El crecimiento es bueno porque queremos que discípulos sean añadidos pero también se presta a que ciertas diferencias surjan. ¿No es esto exactamente el problema que tenemos hoy? Si cualquier iglesia tÌpica sigue añadiendo puertorriqueños, mexicanos, cubanos, guatemaltecos...(ya tienes la idea), y le añadimos el lenguaje y estilo americano que se nos infiltra, encontraremos desacuerdos sin lugar a dudas.
¿Habrá alguna solución para este dilema que sigue creciendo? Veamos lo que hicieron los doce apóstoles. Ellos encontraron a siete hombres respetados que hablaban griego al igual que arameo y los pusieron a cargo. Esto resolvió mas o menos su problema. Para ser elegidos, estos hombres tenian que tener las cualidades siguientes:
1. Hombres de Buen Testimonio: Necesitamos una vez más tomar en cuenta la importancia de hallar hombres de buen testimonio. Nos hubiéramos ahorrado bastante pena si hubiésemos reconocido hace tiempo que lo que necesitamos ver es el carácter de un seguidor de Dios. Este testimonio no está basado tanto en la apariencia externa, sino en el corazón. Es tiempo de que miremos dentro de la persona donde los frutos del reino se ven realmente.
2. Hombres Llenos del Espíritu: Nuestras diferencias no serán suplidas hasta que nos llenemos del ánico agente de unidad que existe-el Espíritu Santo. La mayoría de los desacuerdos surgen porque seguimos tras nuestros propios intereses y no permitimos que otros opinen sobre ellos. Pero si el Espíritu está presente, y estamos en acuerdo con Èl, nuestras diferencias serán resueltas bajo su dirección.
3. Hombres llenos de Sabiduría: Necesitamos hombres capaces que se hagan a cargo de la obra de Dios. He visto a personas con gran conocimiento pero con poca sabiduría hacia las cosas normales de cada día. El conocimiento es información en la cabeza; la sabiduría es la habilidad de usarla y aplicarla hacia el reto de vivir cada día. Si solamente aplicáramos algunos de los principios bíblicos que sabemos, construiríamos muchos puentes para sanar en nuestras iglesias.
Como latinos, tenemos el mismo evangelio pero no la misma cultura. Todos tenemos la misma sangre pero no los mismos intereses; por lo tanto, necesitamos encontrar un terreno comán. La mayoría de las cosas que nos dividen son culturales, no escriturales. Nuestras culturas tienen diferentes estilos de alabanza y adoración. ¿Es esto realmente una diferencia bíblica?
Obviamente, si lo fuera, entonces yo razonaría que las rancheras no son de Dios porque David nunca cantó ni una, o la salsa, merengue o lo que sea. Entendamos entonces que estas afinidades son culturales y respetemos los gustos de los otros. Algo tiene el poder de causar la división pero no tiene que dividir.
Mi remedio final puede ser dicho así:
- a) No sigamos el legalizo que resulta por ser de países latinos y terminan con costumbres parecidas a las de los fariseos. Ministremos a las necesidades del corazón primeramente y el resto quedará en su lugar. Dejemos que la gracia tome su curso.
- b) Celebremos la belleza de nuestra diversidad. Si todos lo mismo seríamos un pueblo aburrida.
- c) Mantengamos una actitud de servicio entre unos a otros; una actitud que valoriza a todos y que emane la humildad y el respeto.
- d) Por amor a Dios, pidámosle a ese joven sentado en la banca haciendo nada que por lo menos ayude como interprete. Muchas veces fallamos en reconocer el valor de los jóvenes y en emplear sus recursos.
- e) Pongamos a un lado nuestra agenda personal y busquemos con vehemencia a satisfacer las necesidades de otros.
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